martes, 6 de enero de 2015

Emociones I: La tristeza



La tristeza 
 La tristeza nace por un sentimiento de pérdida, algo que considerábamos bueno y familiar en nuestra vida desaparece. La pérdida puede afectar al plano afectivo, laboral o de la salud (separación, muerte, enfermedad, pérdida de empleo, un proyecto perdido…)
 

En el primer momento de la pérdida o de la noticia de que esta se va a producir, la persona suele sentirse injustamente atrapada en una cárcel absurda y busca una explicación para su desdicha. ¿qué he hecho yo para que me pase esto?
Algo de fuera desencadena como respuesta una serie de sensaciones físicas. Combinando patrones de conducta innatos y adquiridos (también aprendemos a cómo es estar tristes)
Desde una tristeza leve hasta una depresión grave existen una clasificación de síntomas:
Alteraciones del ánimo: pesimismo, autodesvalorización,  sentimientos de culpa
Inhibición psicomotriz: sensación de cansancio físico y mental
Apatía: física o intelectual, falta de interés por realizar actividades gratificantes
Duelo como proceso de asimilación
En Psicología hablamos de duelo como un proceso que sucede tras la pérdida y que suele definirse por una serie de fases orientadas a reconciliarnos con la pérdida.
Rechazo inicial
Autocompasión
Rebelión
Aceptación
En un principio la emoción de la tristeza es muy intensa, pues resulta difícil racionalizar lo sucedido. Pero el duelo no es más que un periodo de asimilación para darnos cuenta de lo ocurrido y utilizarlo a nuestro favor. Reprimir o ignorar el sentimiento de pérdida y todo el abanico de emociones que ello nos provoca (negación, ira, autocompasión, culpa,…) no evita el padecimiento ni el dolor, es más, puede terminar por alterar la conducta y provocar una infelicidad permanente
Desde que sucede la pérdida hasta que se logra su aceptación solo caben dos desenlaces:
Mantenerse por tiempo indefinido en situación de víctima (duelo patológico)
Proyectar una mirada distinta sobre uno mismo y los demás
El ser humano necesita adaptarse a la nueva situación y por eso la tristeza es una emoción que lleva al recogimiento y a la retirada, que disminuye la energía vital, para poder centrarnos en lo prioritario que mantiene nuestra vida y volver a cargar las pilas para salir al mundo.
La tristeza se convierte en patológica cuando no le encontramos ningún sentido, ningún aprendizaje, o nos quedamos enganchados en la autocompasión “por qué a mí” o nos resistimos a vivir sin el objeto perdido o nos enganchamos al sentimiento de culpa “si hubiera”
Todo lo que nos sucede nos sirve para aprender, conocernos y crecer como personas, por muy duro y doloroso que sea, todo puede enfocarse como una oportunidad para crecer y explorar dentro de nosotros aspectos que no conocíamos. Conservar la alegría y apreciarla en los momentos de tristeza es muy importante y debemos permitírnoslo.
Como he señalado, en psicología hablamos de duelo, se ponen fechas,… y se habla de superación, pero la mayoría de las personas que pierden un ser querido, no llegan a aceptarlo nunca e integran a esa persona dentro de sí, conversan, le piden consejo e incluso hacen cosas para esa persona… esto no significa no tener superado el duelo, ni estar en un duelo patológico, hay cosas que nunca se superan, lo sano es que podamos orientarnos de nuevo hacia la vida y que podamos vivir con el recuerdo de los que han ido en nuestro corazón como un bálsamo, no como un peso.
Detener los pensamientos negativos de la tristeza y la melancolía, las culpas, las ganas de entender…es importante para gestionar la tristeza. No luchar contra ella y dejarla estar y a la vez permitirme transitar por otras emociones. Pero respetarnos y pedir respeto a los demás en los momentos tristes es necesario. No forzarnos ni dejar que nos fuercen. Es un proceso, lleva su tiempo y la tristeza, como todo, pasará. Tenemos capacidad de resiliencia. Hasta en los paisajes áridos podemos encontrar la belleza. En los momentos duros está el maestro, es necesario saber verle y escucharle.

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