jueves, 29 de diciembre de 2011

El camino al cielo, un propósito para el 2012.

(este texto no es mío, me llegó por mail de una muy buena amiga, sin firmar. Hasta ahora no he publicado nada que no fuera escrito por mí en este blog, pero me parece tan sabio y esperanzador, que me nace compartirlo. ¡¡Gracias al autor/a anónimo/a!!)



Es tiempo de soltar amarras. Aquí dejo todo lo que me hace daño. Es tiempo de ser más fluido con la gente, conmigo mismo. Es momento de dejar ir, permitir que el viento me despeine y me sacuda. Que se lleve el resentimiento, que mi alma perdone deudas y deudores. Es tiempo de que me perdone a mi mismo.

Fueron muchas las piedras que yo mismo puse en mi camino. Elijo el camino de la aceptación. Acepto y entiendo que merezco empezar de nuevo, con alma transparente y espíritu tranquilo.

En mi vida, a partir de ahora, lo que ha de ser, será. Entiendo que por más que me angustie, no agregaré un centímetro a mi estatura. Es tiempo de relajarme. Dios no me está juzgando. ¿Porqué habría yo de hacerlo?

Es hora de levar anclas. De liberar cosas, de soltar gente. Nadie tiene que ser como yo quiera. Así están perfectos. Así ha funcionado hasta este momento su vida. Me dedico a atender lo mió, a refundarme. Viene bien tirar lo que ya no sirve, perdonar. Entre ser feliz y tener razón, elijo ser feliz. Tener razón es el peor de los desgastes, pues te quita el sueño intentando corregir al Universo.

Es hora de soltar amarras, de confiar más en el Universo y menos en la apariencia de este mundo. Me dejo ir. La Vida me conduce.

Quiero comenzar de nuevo con un corazón joven. Que brinque de gusto con los cantos que anuncian el día. Como cuando éramos niños. ¿Te acuerdas? Un alma que sea capaz de asombrarse con el amarillo de los girasoles, de ver en el cielo un milagro pintado de azul y no solo un día más, llano y simple. Es tiempo de soltar amarras y maravillarme. He estado demasiado ocupado para ver las estrellas. Elijo mirar la sonrisa del sol. Elijo abrazar al aire. Me ama lo suficiente para mantenerme con vida. ¿Qué mejor prueba de amor?

Afortunadamente se me dio la facultad de elegir. Elijo controlar a mis propios demonios. Es más, he decidido darles vacaciones. Es tiempo de soltar amarras, de levar anclas, de dejarme en paz. De tanto pelear conmigo mismo, se me había olvidando a qué sabe una sonrisa.

Qué estupendo cuando no controlas a nadie, cuando no pides cuentas, cuando tiras a la basura los rencores. A partir de ahora quiero ser más justo, la vida no es un tablero de ajedrez ni las personas caballos o alfiles y mucho menos peones. Trato a la gente como me gustaría que me trataran.

Si algo nos debemos, te ofrezco un abrazo, te pido una disculpa. Yo ya me perdoné. ¿Podrías hacerlo tú también? Yo te invito.

Renovación es una palabra muy comprometedora. ¡Te obliga a caminar sin excusas! Sin nadie a quien echarle la culpa de nada. Pero, definitivamente, es el camino al cielo.

Feliz 2012

domingo, 4 de diciembre de 2011

PERDONAR NOS LIBERA



PERDONAR ES UN ACTO DE AMOR Y LIBERACIÓN HACIA UNO/A MISMO/A

Cuando nos sentimos heridos por algo que alguien ha hecho o nos ha hecho, tenemos la posibilidad de hacer dos cosas. Una es decidir mantener el rencor y el odio hacia esa persona de por vida y la otra es decidir perdonarla.

Si decido mantenerme rencoroso con la persona que me causó el daño, estoy de alguna manera manteniéndome vinculado a ella, aunque sea desde el rencor, no soy libre y me quedo pegado al pasado y al dolor de lo que me hirió. Esto consume mucha energía y con el tiempo acaba amargando la vida.

Si decido perdonar a la persona que me causó el daño, decido también liberarme de ella, dejar el pasado atrás y predisponerme a vivir el presente y soltar cualquier sentimiento doloroso que me ate a esa persona, deja libre mi energía para otras muchas cosas.

A veces, pensamos que nuestro perdón liberará de la culpa a quien nos dañó, pero ese no es el objetivo del perdón, si no liberar al ofendido. El que dañó necesitará hacer su propio proceso, si quiere, para manejar su culpa y este proceso es distinto al del perdón, que es el que nos ocupa.

Decidir perdonar tampoco implica dejar de sentir lo que se siente (dolor, rabia, tristeza,...) ni justificar los actos del otro, pero es el primer paso para que el perdón algún día se produzca. Podemos decidir perdonar aunque aún no lo hayamos hecho, pues es el perdón es un proceso que llega cuando al fin hemos aceptado la situación y eso lleva un tiempo, para cada uno el suyo, respetarnos nuestros tiempos es fundamental y recordarnos confiados de que, aunque aún no lo sintamos, el hecho de tomar la decisión de perdonar ya nos pone en el camino. Y eso es mucho, felicitémonos por haber elegido liberarnos a nosotros mismos, y de paso , no añadir más rencor y odio al mundo en que vivimos, en el que por desgracia, de esto ya sobra mucho.

"Perdono y no olvido", y véase que sustituyo el "pero" típico, por "y", ya que el "pero" anula lo anterior y la "y" es sumativa. "Y no olvido", para mí es importante no en el sentido de estar recordando el hecho que nos dañó o a la persona que nos dañó continuamente, sino en el sentido de aprender de ello, comprender lde qué manera yo contribuí a esa situación (si es que la hubo, suele ser que sí) y saber prevenir o protegernos del daño para la próxima, con la misma persona o con otra distinta... Con proteger no quiero decir ponerme una coraza en las relaciones, no volver a confiar o no sentir, sino tomar precauciones, estar despierto, cuidarse a uno mismo. Puedo volver a confiar, querer o amar,... cuidándome a mi misma, una cosa no excluye a la otra y si aún así vuelvo a salir herido/a, será porque la otra persona así lo decidió, no por haberme descuidado a mí misma y eso ya no es responsabilidad mía... sólo me queda dolerme, aceptarlo y seguir hacia adelante y volver a decidir si quiero perdonar y liberarme o no perdonar y esclavizarme.

Hay muchas maneras de perdonar, podemos perdonar aunque decidamos sacar a la persona que nos hirió de nuestra vida, recordemos que el perdón es para liberar al herido, es algo que hacemos por dentro, en nuestro corazón, sin necesidad de exteriorizar nada o comunicarselo a la persona que nos dañó.

O podemos perdonar y decidir mantener a esa persona en nuestra vida,...eso depende de varios factores, principalemente de cómo se comporte la persona que nos hirió, si se disculpa, si asume su responsabiliad, si intenta reestablecer la confianza en la relación, si se muestra disponible para esclarecer los hechos... con hechos claros, (las palabras y las promesas, no sirven de mucho cuando uno está herido) la confianza se reestablece con comportamientos y actitudes, no con simples intenciones.

También depende de lo que quiera hacer yo a partir de ese momento, y de dónde quiera situar a esa persona en mi vida, puede que quiera seguir dándole un lugar, pero puede no ser el mismo lugar que antes tenía,... o puede que necesite un tiempo para saber qué lugar le quiero dar o incluso si quiero darle un lugar,... todo esto si el que causó el daño quiere y hace por tener un lugar en mi vida, claro.

En cualquier caso, decidamos lo que decidamos o pase lo que pase, el perdón solo se produce dentro de nosotros mismos, es una decisión y un movimiento personal, que nos libera del daño y de la atadura y sufrimiento que supone el rencor.

No es sencillo perdonar, sobre todo porque las personas que más capacidad tienen de herirnos suelen ser personas a las que queremos y a las que tenemos o hemos tenido muy cerca en nuestra vida, en quienes hemos depositado mucha confianza o expectativas. No es sencillo sentir esa liberación, la trampa del dolor, de la rabia, del rencor y del no entendimiento asaltan en cualquier esquina y esto es parte del proceso. Pero si nos lo proponemos, nos respetamos, nos tomamos el tiempo que necesitemos y seguimos adelante con nuestra vida, llegará un momento en que sin a penas darnos ni cuenta, ya hayamos perdonado y el recuerdo de la herida ya no duela, y no sea más que una cicatriz que al fín cerró limpiamente y que ya no supura.