Escuchando la voz del Niño Interior
Dar voz a las emociones nos ayuda a ver qué hay detrás del caos emocional, a comprendernos mejor y a detectar nuestras verdaderas necesidades.
Desde que Freud postuló su teoría
de las fuerzas en conflicto que conviven
en nuestro interior (yo, ello y super yo), varios autores entre ellos: Fritz
Perls con la Terapia Gestalt, los diálogos internos y las Polaridades; Eric
Berne con el Análisis Transaccional, han mantenido esta idea de la existencia
de un conflicto interno entre aspectos o funciones del self (o del sí mismo) que
conviven en el interior de la persona. La falta de conciencia de este conflicto
y de los intereses de cada fuerza dificultan la gestión de estos conflictos y supone la base del
comportamiento neurótico.
Así mismo, Norberto Levy Médico y
Terapeuta Gestalt, nacido en Argentina y gran investigador de emociones, vuelve
a plantear esta idea de fuerzas en conflicto, esta vez distinguiendo entre la
emoción (o niño herido interior) y la razón (o adulto/maestro). Lo que Plantea es que tod@s tenemos en
nuestro interior ambas fuerzas con distintos intereses y vivencias y apuesta
por desarrollar, como expone en su libro “El asistente interior”, el
aprendizaje de esta autoasistencia para la gestión de emociones desagradables,
desarrollando el diálogo y fortaleciendo la función del maestro que tod@s
llevamos dentro y que es capaz de contener las rabietas, llantos, miedos,
pataletas,… de nuestro propio niño.
A lo largo de mi experiencia como
Terapeuta Gestalt y como Facilitadora de Talleres de Educación Emocional, he
comprobado que realmente sacando fuera el conflicto, encarnando los diferentes
roles y dándoles voz, las personas son capaces de conectar con aspectos de sí
mismas y emociones negadas y escondidas. Y que esto les ayuda a liberarse de
parte de su sufrimiento.
En uno de nuestros talleres, una
alumna decidió trabajar la emoción que
predominaba en esos momentos de su vida: la ansiedad, el estrés.
Le propuse que diera voz a la ansiedad
que sentía y entablara un diálogo con su maestro interior. Y esto fue lo que
sucedió:
Ansiedad: estoy cansada, estresada, no tengo tiempo para nada, no tengo
tiempo para mí, ni para disfrutar de mi familia, de mis gatos,… ni para
descansar un rato en el sofá no hacer nada.
Maestro: Qué es lo que estás haciendo con tu tiempo.
A: lo lleno de cosas, de actividades, estoy continuamente ayudando a
personas con problemas, trabajando y no me queda tiempo para mí, ni para
disfrutar de mis padres que son mayores y me van a faltar en un momento dado… (llora)
esto me hace sentir también culpable…
M: ¿Para qué haces eso? El tiempo es tuyo, tú decides como emplearlo.
A: supongo que para no sentirme sola, así no me da tiempo a sentir la
soledad que tanto me asusta…
En este momento ya tenemos tres
emociones funcionando dentro del caos emocional de la alumna
La ansiedad: por llenar el tiempo de actividades y dedicarse a los
demás. Es la emoción que se manifiesta como síntoma.
La culpa: por no poder dedicar tiempo a sus seres queridos. Una
emoción o daño colateral a lo que sucede.
El miedo a la Soledad: es la emoción que realmente subyace a todo
esto y que estaba fuera de la conciencia.
En este momento le propongo
trabajar con el miedo a la soledad, que ocupe ese lugar y le de voz. Cuando
ocupa el cojín del miedo a la soledad, su cuerpo se hunde, su cabeza se agacha,
su voz es suave y dubitativa. Contacta con su vulnerabilidad, con su necesidad
de apoyo, con su necesidad de los demás,…y aparece claramente una polaridad que
ella vive en conflicto.
Vulnerabilidad/ Necesidad de los demás- “yo no puedo con todo,
necesito apoyo”
Fortaleza/Autosuficiencia- “yo no necesito a nadie, puedo sola con
todo”
La polaridad, es un continuo entre dos aspectos opuestos, y el
conflicto consiste en que la persona solo se identifica con uno de los polos,
olvidando y dejando fuera de su conciencia la posibilidad de los estados intermedios
entre un polo y otro, entendiendo estos
aspectos como excluyentes (o soy autosuficiente o necesito a los demás)
Al contactar con su parte
vulnerable, con la voz de su niña interior, con el miedo que subyacía a tanta
actividad y ansiedad, se dio cuenta organísmicamente, que no intelectualmente (de
ahí la importancia de encarnar) de que una parte suya autosuficiente estaba
tiranizando, escondiendo y acallando a la parte vulnerable. Y que llenaba de
actividad el tiempo como estrategia inconsciente para que de esta manera la parte vulnerable, no
tuviera ni espacio ni tiempo para manifestarse y de esta forma evitar el miedo
a ver que también ella necesitaba de los demás. Así la ansiedad, como síntoma
dio la voz de alarma de que algo estaba ocurriendo y ella pudo desenmarañar su
caos emocional. Y de esta forma contactar con su necesidad real y poder poner
soluciones al respecto. Comprendió su mecanismo interno. Esto la liberó
enormemente.
La mayoría de las veces las
personas piensan que la emoción es el problema, que sentir es el problema. En
realidad la emoción es un aviso, la emoción nos trae un mensaje que debemos
escuchar y descifrar para comprender y atender lo que hay debajo de todo lo que sentimos y también
de lo que hacemos y de cómo lo hacemos.
La voz del niño nos habla desde
la emoción, a los niños se les permite estar tristes, enfadados, alegres,…
tienen mucha soltura y facilidad para transitar por las emociones sin quedarse
pegados a ninguna. En cambio cuando vamos creciendo y haciéndonos adultos, por
convenciones sociales, vamos aprendiendo a ocultar nuestras emociones y
sentimientos a los demás, hasta el punto de reprimir tanto a nuestro niño que
acabamos ocultándonos las emociones a nosotros mismos. Con la falsa creencia de
que si no somos conscientes o que si no las expresamos, no existen. Pero todo
lo que no se trae a la conciencia o no se expresa, acaba por manifestarse de
una u otra forma. En el caso expuesto en forma de actividad, estrés, ansiedad,
insatisfacción, culpa,…
Por eso es importante que sepamos
reconocer y escuchar a nuestro niño interior, a nuestra emoción, por muy
infantil que nos parezca, es necesario que escuchemos esa voz y la atendamos
desde nuestra parte adulta, sabia y amorosa. Cuando éramos niños eran los
adultos quienes contenían, o en algunos casos no lo hacían, nuestras emociones,
a veces de forma inadecuada (desde el castigo, la indiferencia, o la represión…)
y otras veces de manera adecuada (desde el amor, la escucha, la comprensión…) estas
formas las hemos integrado, por eso nuestra voz interna adulta a veces es
cruel, castigadora y represora, pues está hecha del trato y de los mensajes que
recibimos de niños ante nuestros estados emocionales. Ahora que somos adultos
podemos contener nuestras propias emociones y desarrollar otro abordaje más
amoroso y respetuoso del que tuvimos, podemos crear un adulto/maestro que
funcione de esta forma, porque ahora todo está en nosotros. Papá y mamá ya no
se hacen cargo y yo puedo reconocer, transformar, desarrollar y crear mis
propios mensajes y una nueva actitud para comprender y contener mi
emocionalidad.
Las funciones del Adulto/Maestro son:
·
Escuchar
·
Aclarar o esclarecer los hechos con el fin de
comprender
·
Acoger al niño herido con su emoción y aceptarla
tal y como es
·
Integrar el mensaje que nos trae y negociar un
acuerdo o un modo de afrontar la situación
Por el contrario sus funciones no son:
·
Juzgar, recriminar, convencer, dar soluciones,
aconsejar, minimizar o magnificar el sentimiento que trae, compadecerse,
sobreproteger,…
Lo que el maestro siente por el niño es: amor y aceptación, respeto,
valoración y creencia en sus propias capacidades
Si dejamos que la voz de la
emoción se exprese sin juicios y desarrollamos la voz del maestro interno,
podremos gestionar nuestros estados emocionales de una forma consciente, sana y
satisfactoria.
Artículo Publicado en la revista Espacio Humano de Julio- Agosto 2013.
Ana González Tejera. Educadora Social, Terapeuta Gestalt, Coach,
Formadora y Facilitadora de Grupos. Coordinadora de Althea Desarrollo Humano. Consulta
en Madrid Centro Tirso de Molina. www.althea-desarrollo-humano.com